3 ago 2012

Día 6 - San Francisco (II)

Esta tarde le he escuchado decir a un turista que lleva tres días aquí y que duda que el Golden Gate exista, ya que aún no ha podido verlo. Nosotros verlo lo hemos visto y lo hemos caminado un buen trozo, pero no hay manera que la niebla y el frío se vayan, así que las fotos han quedado con cierto toque fantasmagórico.


A mí el puente me ha parecido elegante y bonito, además de impresionante por sus proporciones y por su altura. En los aledaños de la entrada sur hay montado un pequeño parque al aire libre donde se explica la construcción del Golden Gate, su mantenimiento, el diseño... y menos mal que no prosperó la idea original de pintar el puente a rayas amarillas y negras...el Abeja Maya Bridge no tendría el mismo glamour.


Alcatraz vista desde el Golden Gate
La altura del Golden Gate y su fama hacen que sea uno de los lugares favoritos de los suicidas para saltar al vacío. Ésto ha motivado que en el acceso al puente haya instalado un teléfono de la esperanza. Concretamente la placa de abajo dice así:
ASESORAMIENTO DE CRISIS
Hay esperanza
Haz la llamada
Las consecuencias de saltar desde
 éste puente son fatales y trágicas.


Tras el Golden Gate Bridge, y tras un poco de hacer el pardillo cogiendo autobuses equivocados, hemos llegado al Golden Gate Park, un auténtico bosque urbano, con una extensión de más de 4 km². El autobús nos ha dejado cerca de nuestro objetivo, el Japanese Tea Garden. Se trata, como dice el nombre, de un jardín de estilo japonés donde se puede tomar té, ver nadar a los kois en los estanques y pasear entre todo tipo de árboles perfectamente armonizados con el entorno. Resumiendo, es un lugar en el que, saques la foto que saques, te vale como fondo de escritorio. Hay gente que se queja de los $7 que cuesta la entrada, pero para nosotros ha sido como un oasis de paz. Incluso en el rato que hemos estado dentro, ha lucido el sol y ha dejado de hacer frío.


Otro autobús más, y visita a las Painted Ladies del barrio de Haight-Ashbury. Éste grupo de seis casas Victorianas ha sobrevivido al gran terremoto y los posteriores incendios de 1906, además de a la Gran Depresión y a la posguerra, que acabaron con centenares de sus hermanas en la vecindad.

Un paseo por el parque, unas cuantas fotos de postal y un ratito sentados enfrente, buscando las diferencias entre las seis hermanas de colores. Lo justo para que me entrase la morriña y perder el mapa de los transportes. Menos mal que ya me sabía que con el trolebús 5 se llega a Chinatown


De Chinatown me queda una sensación rara, ya que la calle principal, esa que tiene una puerta de entrada al estilo de un templo Chino, y que es la más famosa, es la que menos auténtica me ha parecido. Quiero decir que, aunque esté todo lleno de farolillos y letreros en chino, todo muy bonito, no deja de ser un gran bulevar de tiendas de souvenirs para los turistas. Parece un poco hecho a la imagen que los occidentales tenemos de China, sin embargo, si nos asomamos a las calles que rodean el final de la avenida principal, veremos los auténticos comercios de los chinos, donde ellos van a comprar sus productos, sus ropas... ahí ya no hay casi turistas ni nadie que no sea chino, y me parece que quizá la China de verdad se parezca más a ésto último que a lo de la foto:


Por cierto, hemos comido en el Cathay House, un restaurante de Chinatown con excelentes críticas en internet. La decoración estaría entre película de Bruce Lee y puticlub hortera, y los lavabos daban entre asco y miedo. La comida estaba buena, pero digamos que no nos ha dejado el estómago del todo bien. Y olía un poco raro.

Para acabar la tarde, hemos subido a la Coit Tower, un mirador que hay en lo alto de una colina desde la que se supone hay una vistas espectaculares de toda la bahía de San Francisco. Si con el jardín Japonés no nos ha dolido rascarnos el bolsillo, aquí, siendo $7 igual, nos hemos salido con cara de tontos.


Estábamos entre si subir o no subir, porque con el tema de la niebla, nos daba miedo pagar  y no ver nada. El caso es que desde la base de la torre parecía que había clareado un poco, así que hemos aflojado los billetes y nos hemos puesto a hacer cola para el ascensor. Lo malo es que en ese rato se ha tapado todo cosa mala, y desde arriba no se veía prácticamente nada. Solamente ha habido una pequeña tregua para echar un par de fotos decentes del skyline de la ciudad.


Después de eso, vuela al hotel con otro de los transportes pintorescos de la ciudad, el tranvía, que iba lleno cual lata de sardinas en escabeche.


Y el último tramo en trolebús, donde hemos tomado la siguiente foto. Dos hombres viajando hacia la misma estación, pero uno está enviando un mensaje con el smartphone y el otro está garabateando un cuaderno raído y amarillento, uno lleva zapatos y el otro unas zapatillas de color rosa atadas con trapos, uno se está tomando un café y el otro lleva una bolsa llena de lo que ha cogido de la basura, uno está durmiendo ahora mismo en una cama y el otro bajo unos cartones. Era un contraste tan brutal que teníamos que fotografiarlo y explicarlo, que nadie busque moralejas a la historia, no es esa nuestra intención y dudo que las haya.


Día 5 - Salinas - San Francisco (I)
Saludos cordiales desde Invernalia. Que alguien me envíe por UPS Exprés unos calcetines de lana y un anorak...
Día 7 - San Francisco (III)
Sin duda alguna, hemos acabado dejando lo mejor de San Francisco para el final. La prisión de Alcatraz...
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