30 jun 2011

Día 18: Las Vegas - Needles

Por fin hemos salido de Las Vegas, pero no nos podíamos ir sin jugar a las maquinitas. Para ello hemos establecido un amplio presupuesto, concretamente de un dólar, y lo hemos echado en una de las miles de tragaperras del casino, con el resultado de: Un dólar jugado, un dólar recuperado. O sea, que salimos de Las Vegas recuperando el 100% de la inversión. Muy poca gente puede decir lo mismo.


Una vez lejos del aburrido desierto de Nevada hemos retomado nuestra querida 66 donde la dejamos, a la altura de Kingman. Desde aquí a Needles, nuestro destino de hoy, hemos tenido que cruzar las Black Mountains, una pequeña cadena montañosa lejos del mundo, y un nuevo paisaje que añadir a la colección. Aquí el desierto está poblado por una especie de palmeras que le dan un aire diferente.


A mitad del camino se encuentra el pueblo de Oatman. Antigua colonia minera de principios del siglo XX, la población subsistió un tiempo gracias a la 66 cuando la mina de oro cerró sus puertas. Una vez que se construyó una ruta alternativa entre Kingman y Needles, Oatman quedó totalmente abandonado. Hoy se ha convertido en un destino turístico ya que sus calles están pobladas por un montón de burros salvajes, descendientes de los que se utilizaban en su día para la minería.



En las tiendas de souvenirs los turistas pueden comprar comida para dársela a los animalicos, que se acercan sin ningún miedo buscando alimento en las manos de los visitantes. Aunque hay algunos que prefieren pasarse el día tomando el sol.


Como todos los edificios del pueblo son los típicos del oeste, cada día unos cowboys amateurs representan un duelo de vaqueros en la calle, que ha sido gracioso hasta donde hemos podido entender, porque cuando se ponen a hablar rápido, no hay manera de pillar ni mu. Al final, pim pam pum, un muerto por aquí, otro por allá, y el más listo se llevó la pasta. Eso si lo hemos entendido. Cuando ha acabado la representación, nos hemos puesto en marcha otra vez.



Después de otro rato de serpentear por las Black Mountains hemos llegado a Needles, un pueblo que según un letrero en el Wagon Wheel, el restaurante donde nos hemos zampado dos super hamburguesas, se puede definir como un "punto caliente, conocido por absolutamente nada, a 20 millas del agua y a 2 pies del infierno". Y al menos hoy es la pura verdad, podéis hacer la prueba: id al lavabo, coged el secador del pelo, ponedlo a máxima potencia y apuntad a vuestra cara. Así de caliente soplaba el viento hoy en Needles.


Como aquí no había mucho que hacer, nos hemos aprovisionado bien de agua y comida, porque mañana nos toca cruzar el temido desierto del Mojave, y no tenemos noticias de que haya una triste estación de servicio en el camino.

Día 17: Las Vegas sin neón
Por la mañana temprano nos hemos decidido a salir a la calle para visitar todos los casinos que pudiésemos y ver cómo es esta ciudad sin su disfraz de neón...
Día 19: Needles - Barstow
Primera etapa 100% Californiana y penúltima de la Ruta 66, ahora mismo estamos en Barstow, el pueblo donde la família de Tom Joad dejó la ruta...

29 jun 2011

Día 17: Las Vegas sin neón.

Por la mañana temprano nos hemos decidido a salir a la calle para visitar todos los casinos que pudiésemos y ver cómo es esta ciudad sin su disfraz de neón. Creíamos que madrugando nos libraríamos del calor, pero el sol no tiene piedad en el desierto de Nevada.


A la luz del día hay varias cosas que saltan a la vista. La primera es que en Las Vegas nada tiene sentido de la mesura, todo tiene una escala descomunal y la arquitectura nos ofrece una virguería tras otra. La segunda es que el sentido del gusto es más que discutible en la mayoría de los complejos, sobretodo en los hoteles temáticos, donde se amontonan caóticamente los iconos de la ciudad que representan. Especialmente aberrantes me han parecido el Caesars Palace y el París. Luego están los más clásicos, como el Bellagio o el Montecarlo, con diseños mas elegantes.



El primero al que hemos entrado, tras caminar hasta el extremo del Strip, ha sido el Luxor, una reproducción de la pirámide de Keops cuyo interior es espectacular. Ahí hemos empezado a darnos cuenta que los casinos, visto uno por dentro, vistos todos. No por la ambientación, que dependiendo del hotel puede ir desde una reproducción del gran canal de Venecia hasta un castillo medieval, sinó por la distribución: entres por donde entres, acabas en mitad del casino. De hecho para encontrar la recepción de los hoteles, casi siempre tienes que pasar por él. Otra cosa en común es que en todos ellos hay bastante gente jugando a todas horas: mañana, tarde y noche. Hasta en los bares se puede seguir jugando mientras te tomas algo, ya que en la barra hay instaladas tragaperras delante de cada taburete.


Otra cosa que hemos aprendido hoy es cómo evitar el calor: En lugar de caminar por la calle, hay que caminar por dentro de los casinos. La mayoría de ellos están enlazados con pasarelas, algunas con aire acondicionado, así que puedes entrar por el Luxor, cruzar el Excálibur y salir por el New York sin pisar la calle. Y en los que esto no es posible, pues se entra por una punta y se sale por la otra. Eso sí, tanto fuera como dentro, hay algo casi tan agobiante como el sol: los relaciones públicas. A mí personalmente no me gusta que me paren cada dos minutos para "invitarme" a shows nocturnos, ver el gran cañón, jugar "gratis", etc... Son muy pesados.


Si tuviera que resumir nuestra experiencia en Las Vegas, lo único que podría decir es que no es una ciudad que esté hecha para nosotros. Para pasarlo bien aquí hay que cumplir alguna de éstas condiciones: ser adolescente y/o soltero, venir con un grupo de amigotes y sobretodo, tener muchas ganas de tirar el dinero, ya sea jugando en los casinos, ya sea en las carísimas tiendas de lujo que están en todas partes. Como simple espectador, no me arrepiento de haber venido, ya que pasando tan cerca era algo que teníamos que ver, y hemos alucinado con muchas cosas, pero al contrario que Chicago, que nos enamoró, dudo que volvamos a pisar Las Vegas.

El Venetian:

El hotel donde nos hemos alojado se merece un apartado propio. La reproducción del gran canal de Venecia está muy conseguida, y es agradable perderse por las callejuelas de esta mini ciudad. Las góndolas pasean a los turistas por el módico precio de 16$, mientras el gondolero destroza sin piedad cualquier canción italiana.
Quizá para hacerlo mas realista deberían descuidar un poco la asepsia imperante y dejar de limpiar por una temporada, ya que dudo que en la vida hayan estado tan limpios las calles y los canales de la auténtica Venecia.


Sobre el resto del hotel, igual que los demás. Es enorme, está hecho para perderse en él, es caro y el lujo se combina con el petardeo sin solución de continuidad. Igual estás pisando un mosaico en el suelo de auténtico mármol, como tocando una magnífica estatua de fibra de vidrio que suena a hueco.

 
Aún así, de todo lo que hemos visto, el nuestro tiene pinta de ser de los mejores y de hecho nos hemos pasado toda la tarde al fresquito de los canales y reponiendo fuerzas para retomar mañana la Ruta 66. Ya estamos empezando a pensar que echaremos de menos la rutina nómada cuando volvamos a casa. Preparar la etapa, programar el Ton-Torrón, los check-ins y los check-outs, la carretera, los waffles para desayunar... Y es que ya solamente nos quedan 3 días para ver las playas del pacífico y que este viaje se acabe, y aunque echamos de menos a la familia, a los colegas, a las tortugas y yo personalmente me muero de ganas de tocar la guitarra, la experiencia de este viaje no la vamos a olvidar nunca.



Día 16: Williams - Las Vegas
Son casi las 2 de la mañana y estamos en Las Vegas, en una habitación donde cabrían nuestra cocina, nuestro comedor, el lavadero...
Día 18: Las Vegas - Needles
Por fin hemos salido de Las Vegas, pero no nos podíamos ir sin jugar a las maquinitas. Para ello hemos establecido un amplio presupuesto...

28 jun 2011

Día 16: Williams - Las Vegas

Son casi las 2 de la mañana y estamos en Las Vegas, en una habitación donde cabrían nuestra cocina, nuestro comedor, el lavadero, el cuarto de baño y la terraza; en un hotel de 7.000 habitaciones y en el que para llegar desde el coche a nuestra habitación hay que caminar casi un kilómetro, pasando por 2 ascensores, un casino, y dos controles de seguridad.

Acabo de leerme la entrada de ayer sobre el Gran Cañón y me cuesta creer que hace solamente un día, estábamos perdidos en mitad de la naturaleza. Pero antes de llegar a Las Vegas, hemos recorrido muchas millas y vistos algunas cosas que también hay que contar.


Seligman:

El pequeño pueblo de Seligman empezó a morirse, como tantos otros, cuando la I-40 sustituyó a la 66 y los viajeros ya no tenían que cruzarlo para llegar a California. Éste hubiera sido su destino de no ser por los esfuerzos de un viejo barbero, Juan Delgadillo. Él ha sido uno de los principales impulsores de la recuperación de la Ruta 66 como intinerario histórico, y hoy en día, tanto su barbería como Seligman entero están dedicados a su promoción, con un look retro muy guapo y muchos detalles que hacen que merezca la pena pararse un momento y darse una vuelta.


De camino al pueblo, nos hemos encontrado con varios anuncios de Burma Shave, una antigua marca de espumas de afeitar. Estos anuncios, que se han recuperado expresamente para la ambientación de Seligman, consistían en una serie de varios carteles colocados al lado de la carretera y que formaban un mensaje de tipo humorístico, o una advertencia de tráfico, por ejemplo.


Entre Seligman y Hackberry hay otra parada obligatoria, la Hackberry General Store. Otra de esas tiendas de souvenirs en las que uno se puede tirar un buen rato mirando la infinidad de curiosidades que cuelgan de sus paredes, desde billetes firmados por los viajeros de todo el mundo, a fotografías de actores míticos, chapas, matrículas...



Al final, a la altura de Kingman hemos abandonado la 66 para desviarnos algo mas al norte, a Las Vegas, Nevada.

La presa Hoover:

De camino a Las Vegas hay que pasar por la presa Hoover, así que hemos aprovechado para hacer una pequeña parada. Lo primero que se me ha pasado por la cabeza al estar ahí es "me la imaginaba més gran". Es una presa grande, pero tampoco es TAN grande para la fama que tiene. A nosotros nos ha impresionado mucho más el enorme puente que han hecho para aliviar el tránsito sobre la presa, que la presa en sí.


La parada nos ha servido para recibir el primer bofetón del calor tan bestia que hace hoy: 113º Farenheit, o lo que es lo mismo, 45º de los nuestros y sin gota de aire. Es brutal el cambio de temperatura de una zona a otra. No es el único cambio brutal del día.

Las Vegas:

A lo mejor es porque llevamos dos semanas muy a gusto en la 66, con sus pequeños pueblos y carreteras desiertas, pero la primera impresión de Las Vegas ha sido de agobio total. Sus calles, de seis carriles en cada sentido, están atestadas de coches y de gente. El calor, ya lo hemos dicho antes, de sauna pura y dura. Los casinos se amontonan a los lados del Strip, la calle principal de la ciudad, de forma caótica. A la derecha la Torre Eiffel se alza sobre el museo del Louvre y a la izquierda, tanto se puede ver la estatua de la libertad o una reproducción de la Roma imperial. Nuestro hotel, el Venetian, con su reproducción indoor del gran canal, no ha hecho mas que confirmar la impresión de que Las Vegas es una especie de fusión entre Lloret de Mar y Port Aventura, pero multiplicado por cien. Y los precios... y los casinos... aquí no somos turistas, somos monederos andantes.


Para empezar, una vez aparcado el coche, la única manera de llegar a la recepción es pasar por el Casino. Todo el complejo hotelero es como un gran laberinto, diseñado para que te pierdas en sus tiendas, sus restaurantes y sobretodo, para que te dejes el jornal apostando. Y en el exterior, para cruzar algunas calles la única manera es a través de unas pasarelas que muy convenientemente te conducen al interior de los centros comerciales.


Por la noche hemos salido a dar una vuelta, hemos visto las famosas fuentes del Bellaggio, que a cada rato danzan al ritmo de una canción diferente. También hemos entrado a chafardear a algunos casinos. En el Flamingos, por ejemplo, hay varias mesas de juego en que las croupiers reparten las cartas en lencería fina. Lo que sea para desplumar al personal. En las aceras, cada 15 metros hay alguien que te da unos cromos en que unas chicas, que están "deseando conocerte", se presentan en 20 minutos en tu habitación, por 35$, para un servicio completo.


Hay muchas cosas más a comentar, pero hoy estamos reventados y no soy capaz de escribir nada más. Mañana veremos la ciudad de día y ya intentaré explicarla un poco mejor, pero nuestra primera impresión es la de estar un poco fuera de lugar. Por lo menos hacer de observador del personal resulta interesante.



Día 15: El Gran Cañón del Colorado
Hoy nos hemos vuelto a calzar las botas para patearnos a fondo el Gran Cañón del Colorado...
Día 17: Las Vegas sin neón
Por la mañana temprano nos hemos decidido a salir a la calle para visitar todos los casinos que pudiésemos y ver cómo es esta ciudad sin su disfraz de neón...

27 jun 2011

Día 15: El Gran Cañón del Colorado

Hoy nos hemos vuelto a calzar las botas para patearnos a fondo el Gran Cañón del Colorado. No es lo mismo sobrevolarlo con el culillo apretado que recorrerlo a pié, así que tras pagar los 25$ que te clavan por entrar con el coche, nos hemos dirigido al centro de visitantes para estudiar las posibles rutas. Luego de elegir la más inconscientemente dura de todas ellas, felices y contentos nos hemos dirigido a la orilla del cañón.



La primera impresión, igual que ayer, al asomarnos al mirador Mather Point es de quedarse petrificado, a los sentidos les cuesta asimilar las proporciones enormes del Cañón, la sensación de profundidad se pierde y parece como si estuviésemos mirando un enorme tapiz colocado a lo lejos.


Para llegar al punto de partida del Bright Angel, que es la ruta descendente que hemos elegido, hemos tenido que caminar unos 4 Km por el Rim Trail, un camino pavimentado a la orilla del acantilado, sin ningún tipo de barandilla o protección. De hecho mucha gente sale a echarse una foto o a tumbarse a pocos centímetros del vacío. Con el aire que hacía hoy también, a mi me extraña que no se caigan cada día tres o cuatro.


Las ardillas aquí no tienen ningún miedo del hombre, y no es raro verlas en el camino, buscando los restos de comida que se le caen a los visitantes.


Después de comer algo y aprovisionarnos bien de agua, nos hemos puesto a bajar por la ladera, con la idea de llegar lo más cerca posible del río, 1.600 metros más abajo. Lo primero que te encuentras son varios carteles que te avisan de que es imposible llegar abajo del todo y volver a subir en un mismo día, y las caras de los caminantes que nos cruzábamos ya nos advertían que esto era mas duro de lo que parecía.


Nos hemos dado cuenta de la magnitud de la caminata cuando, después de bajar durante 45 minutos sin parar, miras arriba y ves que llevas descendido una barbaridad, pero luego miras abajo y parece que ni te hayas movido del sitio, que te quede exactamente lo mismo para llegar que al principio.



Eso sí, hay unos bichillos que no se cansan de saltar. Hoy me hubiese gustado ser una ardilla. Cuando llevábamos unos 2 km bajando, un voluntario del parque que subía nos ha convencido para que no fuésemos más allá del primer refugio, porque hoy era un día extremadamente peligroso, y que ni se nos ocurriera intentar llegar abajo del todo. A mí me ha parecido un pelín exagerado, pero luego le he agradecido infinitamente el consejo y me alegro de haberle hecho caso. Subir no es lo mismo que bajar.



Para empezar, el viento no se mete en el cañón, ahí abajo no se mueve ni una hoja, y el sol pica con malicia. Luego hay que tener en cuenta que estamos a más de 2.100 metros sobre el nivel del mar, que aunque no sea como estar en el Everest, si que fatiga algo más de lo normal.


La subida ha sido bastante dura, sobretodo por el ritmo infernal que ha marcado mi querida esposa. Mi orgullo masculino ha sido pisoteado cuando se ha ofrecido incluso a llevarme la mochila, ya que me ha visto cerca del desmayo. Por supuesto no he consentido tal afrenta y me he conformado con pedirle que no corriera tanto y que nos fuésemos parando a la sombra.

 

En mi agonía, al menos he tenido el consuelo de reírme por dentro de los que bajaban, igual que nosotros antes, con un ritmo alegre y despreocupado, inconscientes de que en poco rato iban a estar arrastrando los pies con la cara desencajada y las pulsaciones a 180. Y hemos visto bajar a gente muy rara.


Al final, el premio ha sido llegar arriba y disfrutar del atardecer con un vaso de refresco en la mano. Recuperar fuerzas, y otros 4 kms de gastar suela hasta el coche. Este sitio no es para estarse un día ni dos, es para pegarse unas vacaciones completas. Hay varios compañeros del curro que estoy seguro que disfrutarían como enanos con todas las rutas a pié que hay, y no solamente eso, se puede hacer rafting, acampada, excursiones en burro, safaris...




Un ejemplo de la inconsciencia humana en la foto siguiente. El pintor suicida en la silla de camping sobre el acantilado. Tiene que ser una sensación increíble, estar ahí con el cuaderno y los lápices dibujando el paisaje, pero yo no tendría el valor, llamadme cagueta si queréis.


Williams:

Al final, con tanto Grand Canyon, no hemos visitado la ciudad que nos ha acogido hasta esta tarde. Williams es de los pueblos con más encanto que nos hemos encontrado en la Ruta 66. Tiene todo cierto aire a Western y hay vida en la calle y en los bares y restaurantes ambientados con motivos de la ruta o del oeste.
Al final hemos cenado en la terraza de un Restaurante ambientado en los años 50, y con música en vivo de la mano de un guitarrista que ha estado tocando Blues y Rock&Roll. Por cierto, aquí la propina se la han cobrado directamente en la cuenta, un 18% ni mas ni menos. Sabíamos que había sitios que hacían esto, pero es el primero donde nos pasa.



Día 14: Winslow - Grand Canyon
Al final aquí estamos, vivos y enteros, pero eso no quiere decir que no hayamos tenido el culo apretado un buen rato esta tarde...
Día 16: Williams - Las Vegas
Son casi las 2 de la mañana y estamos en Las Vegas, en una habitación donde cabrían nuestra cocina, nuestro comedor, el lavadero...

26 jun 2011

Día 14: Winslow - Grand Canyon

Al final aquí estamos, vivos y enteros, pero eso no quiere decir que no hayamos tenido el culo apretado un buen rato esta tarde. Antes de explicar el porqué, empezaremos por el principio.

Meteor Crater:

Como su nombre indica, el Meteor Crater es exactamente eso, un cráter de más de 2 km de diámetro causado por el impacto de un meteorito hace 50.000 años. Para visitarlo hay un museo construido en uno de sus bordes, en él hay varias curiosidades relacionadas con los meteoritos y unas plataformas de observación con unas vistas muy buenas del interior del cráter y del desierto en que se encuentra. Es digno de ver, pero me parece que 15$ por cabeza es un poco caro, sobretodo contando que ayer pagamos 10$ en total para ver la maravilla del Painted Desert. Y es que el cráter tiene unos competidores muy duros en Arizona.



El Grand Canyon:

Después del Meteor Crater, hemos ido a Williams para localizar el motel en que pasaremos las próximas dos noches y luego hemos enfilado la carretera 64 hacia el norte, a través del inesperado e inmenso Kaibab National Forest, para contemplar una de las maravillas naturales del mundo: El Gran Cañón del Colorado.


Hace meses, cuando estábamos planeando el viaje, decidimos que una ocasión tan especial como una visita al Grand Canyon, merecía una entrada también especial, así que reservamos asiento para sobrevolarlo en helicóptero. Lo que antes era tan buena idea, hoy no lo parecía tanto, porque durante todo el día ha estado soplando un viento bastante fuerte que ha empezado a sacar al M.A. Barracus que hay en mí. Por suerte o por desgracia, el tour ya estaba pagado y no era reembolsable, así que... ¡P'arriba!


El cacharro se movía como una mala cosa y todos los que íbamos dentro estábamos un pelín acojonadetes, así que para no pensar, nos hemos concentrado en la maravilla que se veía por las ventanas. Lo primero ha sido sobrevolar el bosque Kaibab, mientras nos íbamos acostumbrando a la nueva experiencia del helicóptero.


Luego, a lo lejos, se empieza a apreciar el perfil del Gran Cañón y su espectacularidad, pero cuando se llega al borde y de golpe el suelo se hunde a 1.600 metros de profundidad... no hay palabras:






Al final, hemos cruzado a la otra orilla del Colorado y de vuelta al aeropuerto. Hemos pasado muchos nervios por el bamboleo del helicóptero, pero la sensación que se tiene desde ahí arriba es tan espectacular que deja al miedo en un segundo plano. Mañana nos acercaremos otra vez para ver que excursiones a pie se pueden hacer, y seguro que volveremos a maravillarnos con esta joya de la naturaleza.





Día 13: Gallup - Winslow
Nuevo día de carretera y aquí estoy otra vez, cumpliendo con los fieles lectores del blog, que si hago caso de las estadísticas de la página, sois la familia, los amigos y los compañeros del curro...
Día 15: El Gran Cañón del Colorado
Hoy nos hemos vuelto a calzar las botas para patearnos a fondo el Gran Cañón del Colorado...